Es uno de mis sitios favoritos de
Sevilla. En pleno centro de la ciudad y en un edificio con mucha historia y
solera se alza la Taberna del Alabardero. Que de taberna al uso, tal y como nos
imaginamos que debían ser las tabernas antaño, tiene muy poco.
El edificio es un palacete que
data del siglo XIX y tiene un gran valor arquitectónico. Se sabe que perteneció
a la familia del poeta Juan Antonio Cavestany (1861-1924). Y aunque ha tenido
varias reformas hasta quedar tal y como es hoy, no ha perdido el aire de patio
sevillano y casa de vecinos: desde que cruzas el umbral te imaginas en la
Sevilla de otra época.
En la actualidad, este singular
edificio alberga en su interior varias propuestas muy interesantes, tanto para
turistas como para los lugareños: Hotel de 4*, restaurante y cafetería- bistrot. Además presume de ser la sede de la
Escuela Superior de Hostelería de Sevilla, y forman cada año a alumnos/as que
quieren iniciarse y dedicarse profesionalmente
al sector. De hecho, si se acude al restaurante o al bistrot a degustar algún
plato exquisito, probablemente nos atienda alguno de ellos realizando alguna
práctica.
Yo estuve no hace mucho, antojada
de un té una tarde de verano ( porque yo tengo antojos desde que tengo uso de
razón) y de un sitio bonito para fotografiar y escribir.
La sala principal, elegante a más
no poder, se usa a modo de cafetería y está repleta de detalles, unos más modernos y
otros más antiguos, que le dan magia a este lugar. Sin duda, allí disfrutas de
un sitio bonito, ya esté lleno a rebosar o ya esté la mar de tranquilo como
aquella tarde.
Mientras estaba allí, aparecieron
algunos viajeros que llegaban en ese momento, otros que se marchaban. Es
curioso ver el cuento desde el otro lado cuando el que viaja no eres tú. Pensé
en lo ideal que tenía que ser llegar a una ciudad que no conoces y encontrar
que tu habitación está en un sitio como este, así que para futuros viajes míos
lo tendré en cuenta e intentaré dejar de lado, por una vez, esos edificios ultramodernos
con aire industrial que tanto me pirran.
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