sábado, 31 de diciembre de 2016

Trescientos sesenta y seis días después



Los años que terminan no se llevarán nada.

Los años que empiezan, vendrán absolutamente en blanco.

El tiempo pasa y uno no se hace mayor así sin más, año tras año.

Porque los números son solamente números, decían. Y quien fuera que lo dijo, tiene la razón.

Los caminos que hay para elegir, las puertas que hay para abrir, los precipicios que habrá que saltar. Ahí sucederá todo, así sin más. Todo cambiará en los pocos segundos en los que se tarda en decir una frase, en abrir un cajón, en los que se escucha los acordes de una canción, en los que te vienen a la mente flashes de recuerdos de cosas que aún no han pasado…pero que sabes que acabarán ocurriendo.

Te haces mayor cuando descubres que ya no te apetece publicar en las redes sociales las cosas más importantes que suceden en tu vida. Un buen día todo se vuelve malo y bueno a la vez, y entiendes que llegó el momento de cerrar esa ventana por lo que te mira el mundo entero.

Porque todo se vuelve de repente demasiado importante. Tanto, que te preguntas si antes no lo fué lo suficiente.

Descubres que hay historias que protegerías con tu vida. Historias buenas, historias malas. Las historias que se acaban, las historias que nacen, las grandes que se quedan en nada, y las que parecían que no eran nada y se convierten en un monstruo grande al que alimentas todas las mañanas.

Hacerte mayor es aprender a sonreír cuando un frío aterrador te recorre el cuerpo por dentro. Es estar serio cuando tienes el estómago lleno de mariposas que no te dejan comer. Ni dormir. Ni nada. Es caminar cuando tienes ganas de correr. Es quedarte cuando todo lo que quieres hacer es huir. Es actuar como si entendieras todo lo que ocurre a tu alrededor, cuando en realidad, hace tiempo que ya no entiendes nada.

No podrás elegir cuando te irás haciendo mayor. No vas a decidir cuando quieres que sucedan todas esas historias que te irán cambiando para siempre. Será por sorpresa, porque ahí radica la magia de todo esto, en bailar alrededor de un montón de sillas hasta que la música pare de repente.

Y cuando la canción de turno deje de sonar, y seas tú quien se quede en pie, cuando ocurra eso tan horrible que ahora se te pasa por la mente, intenta recordar por muy duro que resulte, que ese podría ser el billete a donde todavía sueñas con llegar.




Sayonara 2016…