lunes, 31 de diciembre de 2018

Pequeños propósitos




         El día de Navidad me contaron una historia terrible. Una historia que perfectamente podría ser parte de cualquier capítulo de Black Mirror, y que gira en torno a la tecnología y al paso del tiempo. Una historia que por múltiples factores no quiero contar con detalle, pero que me ha dado mucho en qué pensar.

¿Propósitos para el año nuevo?

Seguir siendo consciente de que cada día del año tiene nada más y nada menos que 24 horas.

No exprimir obligatoriamente todos y cada uno de esos días.

Seguir diciendo, siempre que suceda, que no he tenido tiempo para algo concreto.

Dedicarle todo el tiempo que considere necesario a las personas, situaciones y cosas que me gustan a rabiar.

Decir que mi película favorita es una que ví con dieciocho años, hace ya más de dieciocho años.

Llevar una agenda conmigo a todas partes, una que tenga hojas en blanco para que yo pueda apuntar cosas que vea que me gustan y que me alegran el día, y un bolígrafo pilot azul.

Comprar mensualmente la edición en papel de la revista Vogue, sin suscribirme jamás. Porque cuando la portada de Vogue no me gusta, me compro la revista Elle. No ocurre muy a menudo, pero son cosas que a veces pasan.

Reírme una vez más cuando veo el monólogo de Davi Rovira titulado “Save the Children”.

Comprarme un despertador para que el sistema de mi móvil no sepa a la hora a la que me levanto ni para qué. Prometo que al menos, será un despertador digital.

Decir con orgullo y satisfacción que mi teléfono móvil está a punto de cumplir cuatro años en casi perfecto estado, y no desvelar jamás que he hecho para conseguirlo.

Seguir sin mandar mensajes de audio por whatsapp. Porque si no puedo escribir, es que ese momento no es el momento.

Sacar al perro sin llevarme el móvil, darme cuenta a mitad del paseo de que no nos podemos hacer un selfie para inmortalizar el momento y que ese momento de repente adquiera un valor estratosférico.

Decir estratosférico cuando  hablo con alguien, y quedarme tan pancha.

Suscribirme a Amazon Prime y darme cuenta cinco meses después que también tengo acceso a Amazon Prime Video y no entrar ni siquiera a curiosear qué ofrecen.

No empezar a ver la nueva serie que todo el mundo recomienda porque prefiero volver a ver por enésima vez Gossip Girl o Sexo en Nueva York en mi reproductor de DVD que sí, aún funciona.

Dejar que la tostada con aguacate que me desayuno por la mañana se lleve todo el protagonismo en mi cuenta de Instagram, y pasar por alto completamente circunstancias como divorcios, embarazos o bodas, porque realmente no le importan a nadie.

Hacer un día una receta sin seguir la receta al pie de la letra, ¿lo podéis imaginar?

Seguir sin utilizar ni la olla exprés ni una Thermomix cuando me meto en la cocina a cocinar y a imaginarme que formo parte de MasterChef… Celebrity ¡claro! ;)

Comerme una palmera de chocolate todos los Miércoles… o no, quién sabe.

Tener la sensación de que esta lista no está acabada del todo, y que no pase nada.

Seguir siendo consciente de que soy una persona, nada más y nada menos que una persona.

Porque no hay mayor propósito que seguir manteniendo esas pequeñas cosas en las que crees...

 ¡Felíz año nuevo a tod@s!