viernes, 27 de julio de 2018

Perro chiko



Nos estamos mal acostumbrando.

Es Julio y nos tapamos con una sábana por la noche.

No tenemos que esperar a que se haga de noche para salir a correr o pasear.

No nos derretimos literalmente a cada paso que damos, sea la hora del día que sea.

Nada es normal, y yo me lo he tomado como un regalo pequeñito. El sueño de un verano suave en Sevilla. Estoy segura de que la mayoría no querrá despertarse a la realidad de que esto podría ser solamente la calma que precede a las olas de calor que siempre acaban llegando. Ahora me debato entre el mal acostumbrarme y que la subida repentina de los termómetros me pille con los pantalones bajados,  o el darme la vuelta y cerrar los ojos pidiendo cinco minutos más.

De momento, lo dejaremos en que está siendo un verano especial, sin duda. Y a la lista de cosas que se pueden hacer sin calor sofocante de por medio hay que añadir el poderse sentar a medio día a tomar tapas en una terraza en pleno centro de Sevilla, así tan normal, ¡y de que los comensales no se derritan en el intento!

Una parte de mi familia canaria ha estado estos días visitándome, y nos encanta vagar en el sentido más estricto de la palabra por la ciudad, sin fijar demasiado el rumbo. Pasear, pararnos cuando algo nos llama la atención o sentarnos a descansar y charlar, y si es con una buena comida sobre la mesa, mejor que mejor.









Elegimos Perro Chiko por tratarse de un sitio tranquilo a medio día entre semana. Su localización privilegiada a los pies del mirador de Las Setas nos permitía ver al mundo pasar mientras se estaba sentado cómodamente, y a la sombra, en su amplia terraza. Y su rica carta, con la variedad justa para no volverse loco, es sin duda la pieza importante de esta foodie aventura.







Para empezar, que haya salmorejo para todos




El plato sencillo, fresco y veraniego sin duda alguna. Una comida agradable y completa que gusta a casi todos.



No soy una experta catadora de salmorejos, ¡no cómo lo soy de croquetas! Pero sí os puedo decir que este salmorejo de Perro Chiko está exquisito, que hay que probarlo en un día de verano a poder ser y sentir todo su sabor y cómo nos refresca por dentro.




Tabla de quesos, dulce de membrillo y mermelada de tomate

Una mesa familiar de charlas infinitas, de contarnos aventuras, idas y venidas y planes futuros tiene que incluir un plato de los que apenas no necesitan cubiertos, un plato que ni se caliente ni se enfríe porque la charla le quite un poco el protagonismo al manjar de turno, un plato que nos espere hasta que acabemos de reírnos.



Y aquí tenéis una idea para acertar.



Una tabla de quesos nacionales compuesta por queso payoyo, queso viejo de oveja y queso mezcla de vaca y cabra.

Con dulce de membrillo, mermelada de tomate, cebolla caramelizada, alcaparras y uvas.

Para dar lugar a mezclas infinitas pero todas deliciosas y tan locas como la conversación que haya de por medio!






Y jamón

Que nunca falte el jamón serrano en una  de estas reuniones, con un poco de pan tostado y un poco de más salmorejo para untar y dar sabor.




¿Quién quiere?





Realmente no hace falta que sea verano para disfrutar de una terraza tranquila en Sevilla, y tener esa agradable sensación de que aunque estés en la calle, tengas un trocito de espacio que te pertenece durante un rato y que te sientas tan tranquilo y cómodo como si estuvieras en casa. Y os puedo asegurar de que en particularmente en Perro Chiko cuidan todos los detalles para que así sea.



Perro Chiko
Calle Regina, 2, 41003 Sevilla
955 440 030



lunes, 16 de julio de 2018

Clase de vida SLOW en Casa Orzáez



Para mí,  la palabra inglesa “slow” era, hasta hace unos pocos años, una canción muy molona que cantaba Kylie Minogue en su disco de allá por 2003, y que hablaba de un baile lento y sexy con el chico que la volvía loca.

Nada que ver con tomarse la vida con calma, con saborear los detalles, con funcionar a menos revoluciones, con prestar nuestros cinco sentidos a aquello que tengamos delante en cada momento…

Nada que ver con esta tendencia que nos rodea ahora por todas partes, y que por otra parte no es nueva, como ya casi nada lo es. Siempre ha estado sobre volandonos por ahí, esa filosofía de vida de tomarse con tranquilidad el día a día, de parar del todo las máquinas cuando sea necesario, de no estar a mil cosas a la vez las 24 horas del día durante los 7 días de cada semana del año.

Pero en algún momento hemos debido de ir por la vida a la velocidad de la luz, ignorantes de que en realidad ya no llegábamos a ningún sitio nuevo, físico o espiritual.  Acabando con una sensación de agotamiento como cuando soñamos que corremos y no avanzamos. Y fue ahí cuando esta filosofía de slow-life encontró su hueco para brillar. Y por qué no, para echarnos un pequeño cable cuando lo necesitemos.

Y si hay un espacio donde lo slow brilla con toda su fuerza, es en lo gastronómico.

No hacer alguna de las comidas del día porque vamos saltando de una cosa a otra, comer de pie en la cocina mientras con una mano sostenemos la cuchara, con la otra respondemos emails en la Tablet o en el móvil y con la cabeza resolvemos el resto de tareas diarias, o entrar en uno de esos establecimientos ( que, ¡ojo! a tod@s nosotr@s nos han sacado de un apuro alguna vez) donde te despachan de forma rápida la bandeja llena de comida preparada de forma rápida, para que sea engullida en menos de lo que tarden en enfriarse las patatas fritas que has pedido… Nada de eso entra la filosofía slow.

Se trata de hacer todo lo contrario.

Como por ejemplo, invertir un tiempo indefinido una mañana, quedar con una amiga con la que te apetezca charlar sin mirar el reloj ni el móvil (aunque estés esperando el pedido de Amazon que más ilusión te haga), y desayunar en un lugar como Casa Orzáez.







Un espacio tranquilo en Sevilla donde además de comer, se pueden comprar unos quesos exquisitos, pan casero, bollería artesanal, aceites, vinos, etc…













Para desayunar, suelo tomar tostadas. Y aunque sepa que puedo tomar más cosas, la tostada tiene que aparecer en algún momento de la mañana, sino es como quedarme sin desayunar. Orzáez tiene un surtido muy interesante, siempre con pan de masa madre y harinas ecológicas. Aquí os dejo la carta.




Si preferís la opción con el toque dulce, os recomiendo que pidáis un poco de mantequilla y la mermelada de la casa.  Os a van a sorprender con sus originales sabores. Las hacen ellos, con fruta ecológica y siempre de temporada.



Esta fue de higos y vainilla bourbon






La mezcla de lo salado y dulce siempre ha sido mi perdición, y todo lo que puedo deciros es que estaba realmente exquisita.

Pero si queréis probar un desayuno más tradicional pero en su vertiente de lujo, deberíais pedir la tostada con tomate fresco y hierbas aromáticas, y añadir un poco de aceite de oliva para aderezar el conjunto.




Y zumo de naranja natural para todos, con toda su pulpa. La misma que le pedía a mi madre que me colara cuando era pequeña. Pequeños detalles que lo hacen cambiar todo.


No es buena idea saltarse el desayuno, y menos aún teniendo como excusa el poder ir a Casa Orzáez. Ya pensaremos en todo lo demás luego, con el estómago lleno y seguro que con mucha más calma después de un ratito de desconexión y de vida slow.


Casa Orzáez
Av. de Cádiz, 13, 41004 Sevilla
955 32 70 83











miércoles, 4 de julio de 2018

Catalina



Estas foodies aventuras que escribo no siempre están planeadas.

Hay ocasiones, en las que es cierto que sí lo están. Voy a comer a un restaurante porque tras investigar infinito, leer críticas y reviews mil, reservo mesa, y me presento en el sitio porque estoy convencida de que esa historia tiene que formar parte de mí y de este mi blog. Hago mil fotos mientras como cosas ricas y voy montando en mi cabeza, en servilletas varias, en el teléfono móvil, donde sea, la historia que os contaré luego.

Y otras veces simplemente soy yo. Que  estoy por ahí a las dos de la tarde bajo un sol de justicia en Sevilla, buscando un lugar para comer. Tan tranquila, sin intención de fotografiar nada y con la batería del móvil a punto de morir. Algo así como aquellas noches de mi adolescencia en las que salía sin muchas ganas, vestida con lo primero que pillaba, sin poner mucho empeño en sentirme guapa. Y como sucedía en aquellas noches de antaño, es entonces cuando surgen las mejores historias.



Esta foodie aventura gira en torno a una canción. Porque si hay algo que me cautiva por completo cuando estoy comiendo en un restaurante ( seamos justos, lo segundo después de la comida), es aquello que esté sonando de fondo. Para mí una canción lo cambia todo muchas veces. Y si estoy almorzando y de fondo empieza a sonar “Love Man” de Otis Redding, la chica adolescente con pocas ganas de salir aquel sábado noche vuela rápidamente a una sala de baile situada en un hotel recreativo de allá por los años 60, donde varias parejas se mueven y contonean de forma sexy al ritmo de dicha canción en un baile al que llaman “sucio”. Y yo me tomo muy en serio a un restaurante que con una sola canción me lo cambie todo y me teletransporte a “Dirty Dancing”. Al restaurante y a su comida.

Y así empieza esta historia en Catalina casa de comidas.

Un bar del que me venían hablando distintas personas desde hace años, con mejores referencias cada vez. Se ve que son muchos los que piensan igual, cosa que ha propiciado que la gente de Catalina haya decidido abrir su segunda casa de comidas, en la zona de Reyes Católicos.







Cuando entré, fue como tener la sensación de estar en un bar sofisticado de esos que debieron existir hace ya mucho, quizás hasta en otro lugar lejos de aquí. Dorado, madera y verde turquesa envolvían una atmósfera que atrapa y que me hizo sentir parte de toda la historia. De vez en cuando hay que dejarse seducir, como cuando el chico guapo de la sala de baile te saca a la pista.





¿Comemos?

Aquí está la carta, con clásicos de ayer y hoy, con frituras varias para chuparse los dedos literalmente, y con algunas sugerencias del día.

Paté de la casa para empezar a picar y los cada vez más famosos rollitos vietnamitas de Catalina




El paté es casero, y se nota desde que se unta en la tostada, ¡muy bueno!





Los rollitos están rellenos de bacon, gambas y queso….



… y están bañados en una salsa agridulce espectacular…



Como primer plato, son una deliciosa experiencia que deja entrever lo que vendrá luego.


Canelones crujientes




Lejos de tratarse de unos canelones más, y demostrando que no hace falta que estemos en un trattoria italiana ( con todos mis respetos a las tarttorias) para zamparnos unos canelones como deben ser, es un plato exquisito, contundente y preparado eligiendo a la perfección los ingredientes: cola de toro y perretxicos.


Burguer mini de vaca





¡Con interior sorpresa de mermelada de bacon!







Y una deliciosa salsa para dar buena cuenta de ella con las patatas fritas que acompañan tremendo plato.




Volver al mundo real y a los más de treinta grados que hacían aquel mediodía en Sevilla, se hacía menos duro después de esta foodie aventura. Ahora me uno al club y soy yo una de esas personas que van por ahí diciendo: ve a Catalina, disfruta del sitio, deja que la música que esté sonando te lleve a tus recuerdos más queridos y lejanos, prueba los rollitos, y la hamburguesa, y… ¡¡pruébalo todo!!



Catalina
C/ Reyes Católicos, 4
Sevilla – 41001
954 38 40 52