sábado, 15 de febrero de 2020

Lateral Buhaira




 Soy una romántica. Una que no hace nada especial el día de San Valentín, pero que sigue utilizando el reproductor de música de Windows cuando se sienta delante del portátil a escribir. ¿Por qué? Y yo que sé. ¿Será que hacerle sitio a lo nuevo y desplazar lo cómodo y conocido es más difícil de conseguir una docena de magdalenas caseras esponjosas recién salidas del horno? ¿Será que me da pereza hacer listas en Spotify, también? ¿Será que le tengo cariño a mis viejas canciones que me llevan así volando a recuerdos, a mundos donde los “ y si hubiera…” son posible?


Soy una romántica muy fan de los modernos. De los que presumen en las redes sociales que no hay que darse cariñito solamente el día de San Valentín. Que hay que darse cariñito todo el año, todas las mañanas incluso cuando los ojos tienen legañas y la boca está seca, todas las tardes que vuelvas a casa sin energía para nada más, en los días mierder y en los días en los que estás bajo el sol en la playa. Hasta que Tinder nos separe. Los mismos modernos que presumen en las redes sociales que amigos son aquellos a los que puedes llevar sin saber nada algo así como mil años, que nada pasará, todo permanecerá igual.

Igual. El restaurante de siempre seguirá aún en pie, las palabras fluirán, la ilusión de contar cosas nuevas flotará en el ambiente o los dedos se deslizarán por las teclas del portátil como si la última vez hubiera sido ayer, y contradicciones de la vida, todo será ahora diferente. El movimiento no se detiene jamás, la vida corre y corre, como la locomotora de los trenes aquellos que funcionaban con carbón, y al que llamamos tiempo hace mucho que le hemos convertido en nuestro gran amienemigo. Patrón de los planes que nunca se harán realidad y Santo de lo que tuvo que quedarse aparcado en el pasado.

Así que respiro, la vida está llena de contradicciones, de cincuenta tipos de grises, de palmeras de chocolate y de rendijas por las que traspasa la luz. Tiempo muerto. Que aparece por sorpresa. Me cuelo y paso al otro lado.

Estoy sentada en un restaurante, como quien estuvo aquí ayer.










Bueno, aquí aquí en Lateral no, aquí es la primera que vengo. Así que abro bien los ojos:










Empecemos por una ensaladilla.



Con crujiente de bacon. Primera vez que pruebo esta mezcla. Y me encanta. Así es la ensaladilla, el bacon le va bien.




Berengenas con salmorejo.




Que conste en acta que las prefiero con miel, pero estas berenjenas rebozadas y con el salmorejo servido para ir mojando, me gustaron un montón.







Solomillo con brie fundido.



Gente que sabe, estos de Lateral. Una tosta deliciosa y un plato que no necesita nada más, es perfecto.

Mini hamburguesa en pan de brioche con cebolla caramelizada, rúcula, tomate y salsa de especies.






 A ver, detractores de las hamburguesas pequeñitas, lo bueno viene siempre concentrado, y la mezcla de ingredientes aquí no puede ser más acertada. No quité de en medio la cebolla caramelizada con un cuchillo, no digo más.



Seguir donde se quedó todo. El concepto imaginario. Y lo que ha pasado en medio te lo meriendas como quien no quiere la cosa. Seguro que los modernos también son unos románticos, y se montan mundos imaginarios en su cabeza, y escuchan canciones viejas en el reproductor de Windows cuando nadie está mirando.

Lateral Buhaira
Avda de la Buhaira, 17. Sevilla – CP 41018
Tlf 954 91 14 99




















lunes, 31 de diciembre de 2018

Pequeños propósitos




         El día de Navidad me contaron una historia terrible. Una historia que perfectamente podría ser parte de cualquier capítulo de Black Mirror, y que gira en torno a la tecnología y al paso del tiempo. Una historia que por múltiples factores no quiero contar con detalle, pero que me ha dado mucho en qué pensar.

¿Propósitos para el año nuevo?

Seguir siendo consciente de que cada día del año tiene nada más y nada menos que 24 horas.

No exprimir obligatoriamente todos y cada uno de esos días.

Seguir diciendo, siempre que suceda, que no he tenido tiempo para algo concreto.

Dedicarle todo el tiempo que considere necesario a las personas, situaciones y cosas que me gustan a rabiar.

Decir que mi película favorita es una que ví con dieciocho años, hace ya más de dieciocho años.

Llevar una agenda conmigo a todas partes, una que tenga hojas en blanco para que yo pueda apuntar cosas que vea que me gustan y que me alegran el día, y un bolígrafo pilot azul.

Comprar mensualmente la edición en papel de la revista Vogue, sin suscribirme jamás. Porque cuando la portada de Vogue no me gusta, me compro la revista Elle. No ocurre muy a menudo, pero son cosas que a veces pasan.

Reírme una vez más cuando veo el monólogo de Davi Rovira titulado “Save the Children”.

Comprarme un despertador para que el sistema de mi móvil no sepa a la hora a la que me levanto ni para qué. Prometo que al menos, será un despertador digital.

Decir con orgullo y satisfacción que mi teléfono móvil está a punto de cumplir cuatro años en casi perfecto estado, y no desvelar jamás que he hecho para conseguirlo.

Seguir sin mandar mensajes de audio por whatsapp. Porque si no puedo escribir, es que ese momento no es el momento.

Sacar al perro sin llevarme el móvil, darme cuenta a mitad del paseo de que no nos podemos hacer un selfie para inmortalizar el momento y que ese momento de repente adquiera un valor estratosférico.

Decir estratosférico cuando  hablo con alguien, y quedarme tan pancha.

Suscribirme a Amazon Prime y darme cuenta cinco meses después que también tengo acceso a Amazon Prime Video y no entrar ni siquiera a curiosear qué ofrecen.

No empezar a ver la nueva serie que todo el mundo recomienda porque prefiero volver a ver por enésima vez Gossip Girl o Sexo en Nueva York en mi reproductor de DVD que sí, aún funciona.

Dejar que la tostada con aguacate que me desayuno por la mañana se lleve todo el protagonismo en mi cuenta de Instagram, y pasar por alto completamente circunstancias como divorcios, embarazos o bodas, porque realmente no le importan a nadie.

Hacer un día una receta sin seguir la receta al pie de la letra, ¿lo podéis imaginar?

Seguir sin utilizar ni la olla exprés ni una Thermomix cuando me meto en la cocina a cocinar y a imaginarme que formo parte de MasterChef… Celebrity ¡claro! ;)

Comerme una palmera de chocolate todos los Miércoles… o no, quién sabe.

Tener la sensación de que esta lista no está acabada del todo, y que no pase nada.

Seguir siendo consciente de que soy una persona, nada más y nada menos que una persona.

Porque no hay mayor propósito que seguir manteniendo esas pequeñas cosas en las que crees...

 ¡Felíz año nuevo a tod@s!



viernes, 30 de noviembre de 2018

La dulce Cacharrería


Suele sucederme siempre en algún momento del verano.

Quizás lo provoque el inmenso silencio que se hace a mi alrededor a la hora de la siesta, cuando el calor de los cuarenta a la sombra está arrasando con todo literalmente. Un pequeño monstruo invisible, al que solo puedes sentir y nunca ver, y del que mejor resguardarnos metiéndonos en algún lugar a cubierto.

Mientras la gente guay llena Instagram de las siempre eternas fotos: de aguas cristalinas, de melenas con ondas surferas perfectas, de besos en el banco del restaurante Beso en Ibiza, de fiestas hasta el amanecer… mientras sucede todo eso, a mí parece visitarme una especie de horror vacui anti silencio y es entonces cuando me engancho a Youtube ( a quien se le diga que uso Youtube un 99% de las veces para escuchar música….) y tecleo sólo tres palabras: The Christmas Song.

Así, sudando debajo del aire acondicionado, con la botella de agua fría derritiéndose a mi lado y quedándome pegada a la silla, la melodía llega a mís oídos a través de los auriculares ( porque con que yo sepa que estoy loca por acordarme de la Navidad en pleno verano es suficiente, no hay porque despertar a la gente de su siesta y hacérselo saber). Pauso el video antes de que pasen los primeros diez segundos. Ni siquiera ha empezado a cantar el gran Nat King Cole. Pero es más que suficiente, de momento no necesito más que este pequeño tentempié. La Navidad está por ahí, guardada, durmiendo también, esperando su momento para despertarse y volver a casa.

Por todo esto, no es extraño que hace un par de semanas yo estuviera buscando ya a la señora Navidad, de la que todos dicen que llega cada vez antes, y tuviera ganas de una merendola suculenta y muy dulce.





El año pasado ya os hablé de un pequeño foodie lugar con mucha fama aquí en Sevilla porque sirven unas tartas increíbles. Es muy pequeñito y se llama La Cacharrería. Pues bien, La Cacharrería se hizo mayor e inauguró hace ya unos meses una segunda cafetería igual de bonita que la que yo ya conocía.
Está también en el centro, cerca de la Plaza Nueva, ubicación perfecta para ir a merendar cuando inauguren el encendido de las luces de Navidad en Sevilla!







Tienen una tarta de zanahoria increíble que debéis ir a probar en cuanto vuestras obligaciones navideñas os lancen a la calle.







Esponjosa y con un frosting bien trabajado y dulce a rabiar!

También probé esta tarta de galletas Oreo, con un sabor que va más allá de las famosas galletas. Estaba súper rica, por si la opción de la tarta de zanahoria no os hace gracia.









Aunque encontraréis más sabores de tartas, y tortitas caseras y galletas, y más… para elegir cuando paséis por allí.







La Navidad nos da caza a todos, y como digo siempre es misión imposible escondernos de ella. Pero de corazón os digo que no está hecha para que pasemos de largo, sino para que nos concedamos un paréntesis feliz y tranquilo del mundanal “ruido” del resto del año. Piensa en un villancico que te transporte a un momento bonito, saborea al mismo tiempo tu postre favorito… Ya lo tienes.

Y sonríe, sonríe siempre.

La Cacharrería
c/ Carlos Cañal, 5
Sevilla - 41001
955 60 75 14



jueves, 8 de noviembre de 2018

Burro Canaglia




¿Hay alguna duda si digo que en Sevilla hace mucho calor en verano?

Pero no es igual de fácil que me crean si les digo que hace mucho frío en otros meses del año…

Y cuando eres una persona de las que prefiere salir a zampar y fotografiar todo hasta que la batería del móvil aguante y hacer vida en la calle a quedarse en casa, posiblemente ambas circunstancias te priven de sentarte de forma agradable en cualquiera de las terrazas que hay por toda la ciudad. ¿Sombrilla en verano y estufas de gas en invierno? ¡Nah! Os propongo otra cosa para zampar en la calle en esos meses en los que es difícil sobrevivir a 5 ó a 40 grados.

Descubrir restaurantes bonitos ( y climatizados).




Burro era de esos restaurantes que tenía anotados en la agenda desde hacía ya mucho tiempo. El tipo de gente que me lo había recomendado era tan variada entre sí, que  yo realmente no sabía qué iba a encontrarme cuando llegara. ¿Tenía que sacar los tacones y parecer elegante? ¿Era un sitio para ir a comer sin prisas y sin pensar en las agujas del reloj? ¿La comida sería sofisticada o casera con sabores familiares? ¿Para ir en pareja en plan cita o para un almuerzo familiar con la abuela, los primos, los papis, el carrito con los bebés gemelos y el tío que ha venido de Cuenca? Y mi sorpresa fue que Burro era un sitio donde todo esto, y todo lo que abarque tu imaginación y situación personal, tiene cabida.






Es difícil encontrar un restaurante así. Habitualmente sabemos qué necesitamos, cual es nuestro rollo, dónde nos sentimos más a gusto y rodeados de quién. Es posible que acabemos yendo a los mismos tipos de lugares a comer exactamente lo mismo una y otra vez.

Me encantó que en Burro hayan roto así con este tipo de estereotipos y que hayan conseguido que desde que entras por la puerta hasta que te vas, no te pares a pensar si ese sitio va contigo o no… ¡sino en mirar la carta de arriba a  abajo dispuesto/a a probarlo todo!






Risotto de Boletus



Con lascas de foie fresco y queso parmesano. Un sabor realmente espectacular el de esta mezcla. El resultado cuando este plato llegar a la mesa es un risotto con un arroz bien trabajado, de diez y con una mezcla de ingredientes hecha con originalidad.







O si preferís otros ingredientes risotto de queso Payoyo



Con panceta y trompetas negras. Personalmente prefiero el sabor de las setas en un risotto, pero sólo hablo de gustos personales. Al igual que ocurre con el arroz anterior, este plato es también increíble a nivel de sabor y de mezcla de ingredientes.

¿Sois más de pizza? No os culpo, ¿puede haber un plato más universal y que guste absolutamente a todo el mundo en cualquier momento?

Pizza 8 quesos



Atrás quedó la famosa pizza cuatro quesos, por qué quedarnos ahí cuando podemos añadir más y más sabor? ¡Eso debieron pensar en Burro!





El resultado es una pizza espectacular y contundente, ¡exquisita!

Pizza payoya



Con carne de carrillada entre sus varios ingredientes. Un sabor intenso que se sale de lo que podemos encontrar habitualmente en pizzerías varias, os lo recomiendo, tanto si os gusta la típica tapa de carrillada como si no, ¡en versión pizza nada tiene que ver con nada!



¿Y de postre...?



Coulant de chocolate. Pero no un coulant cualquiera. El coulant. En su punto perfecto de temperatura, textura y cantidad de chocolate. Imperdonable irse de Burro sin probarlo.









A la gente nos gusta estar con otra gente. Somos sociales, dicen. Nos necesitamos, dicen los más sentimentales. Tienen razón, estés en el país que estés, haga el tiempo que haga, nos gusta juntarnos, reunirnos y pasar un rato agradable.

Burro Canaglia Bar & Resto
C/ Luis Montoto, 112, 41018 Sevilla
Menú: burrocanaglia.com
954 86 95 95