domingo, 8 de junio de 2014

Día 5: Milán, último día de viaje


¡Ooooooohhhhhhh! Todo lo bueno se acaba y hemos llegado al final: último día de nuestro viaje italo-suizo. Tocaba hacer la maleta, hacer el check out en el hotel… A veces, si no fuera porque en  casa te esperan familia y amigos  deseosos de ver tus fotos y escuchar tus aventuras mientras has estado vagando por ahí, os prometo que dan ganas de desertar y no regresar.

La hora de salida del avión era a las 18:00, así que eso nos dejaba el día casi entero para seguir viendo Milán.

 Por la mañana M y yo estuvimos explorando el parque Sempione. Es el parque más grande de la ciudad de Milán y aquel domingo estaba lleno de runners en una maratón femenina, de familias pasando el día y de turistas.
 



 

 

 

Dentro del mismo parque se encuentra el Castillo Sforzesco. Con aspecto de fortaleza, data del siglo XV y debe su nombre a la familia de los Sforza. Jugó un papel muy importante en la defensa de Milán cuando la ciudad fue invadida por las tropas francesas. En la actualidad es la subsede del Museo Arqueológico de Milán y alberga también una importante colección de pintura.
 




 

 

Muy cerca se encuentra el Acuario de Milán, en un edificio antiguo y casi dentro del mismo parque Sempione.
 



 

 

 

Yo no soy mucho de acuarios pero reconozco que fue un sitio bonito de visitar y donde pudimos resguardarnos un ratito del sol, que ya empezaba a “picar”.

 
 
 


 

Siguiendo con nuestro paseo, M y yo nos dirigimos a la Iglesias de Santa María de la Grazzie, donde en su interior está en Cenáculo con la famosa obra de Leonardo Da Vinci “La última cena”. Imposible conseguir entradas ni siquiera con tres meses de antelación…en fín, siempre puede haber una próxima vez…
 

 

 

No queríamos marcharnos de Milán sin despedirnos del Duomo y sin tomarnos el aperitivo a mediodía, una tradición muy italiana.
 
 
 
 

 


 
 
 
Café Motta, dentro de la Galeria Vittorio Emmanuele, es un establecimiento muy castizo que lleva sirviendo cafés y aperitivos desde los años 20. Posee un gran ventanal con vistas al Duomo, perfecto para admirar el edificio y dejar volar la imaginación un rato.

 

 
 
 
 



 
 
 

 
 

El tiempo se estaba agotando y volvimos al hotel a buscar las maletas para marcharnos a aeropuerto.
 

 
 


 

 

 
De camino a la estación Cadorna , encontramos un lugar para comer algo rápido: un bar de sándwiches ( con lo que me gustan a mí!) llamado Tramé.








 

Su lema es: Sandwiches cien por cien naturales, y me ganaron por completo con este de atún tomate y mayonesa.

 

 

Y de postre, para irnos con un buen sabor italiano, un fantástico tiramisú casero.

 

 

 

 

M y yo volvimos a Sevilla tristes como cada vez que regresamos de algún viaje pero con casi mil fotografías en la memoria de la cámara y pensando ya en la próxima aventura.

 

“El que está acostumbrado a viajar, sabe que siempre es necesario partir algún día” (Paulo Coehlo)

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