domingo, 20 de diciembre de 2015

Despierta...


Hace mucho  tiempo, en una galaxia muy muy lejana, el niño Anakin Skywalker fue hallado por dos caballeros Jedis en su planeta Tatooine. Esclavo, y con su madre como único elemento afectivo de su vida, deja todo lo que conoce atrás cuando los Jedis lo liberan y se lo llevan para entrenarle. Pese a que esto va a significar que su vida cambie por completo y que por fín las habilidades que posee puedan crecer y manifestarse, Anakin no puede evitar sentir miedo al enfrentarse a algo nuevo, y nostalgia por separarse de su madre y de su mundo. Parte con los dos Jedis a cumplir con su sueño y destino, pero sin renunciar a su pasado y a sus sentimientos ( buenos y malos)  por los demás.

Y eso es Star Wars. Al menos Star Wars tal y como lo concibió George Lucas en su cabeza. La historia de un niño al que se le presentó una oportunidad genial en su vida. Un niño que no era ni malo ni bueno, simplemente era humano: que amaba, odiaba, sentía miedo, que no se conformaba… Y que en esta dura cruzada que es el hacernos mayores, se dejó llevar en cada momento por lo que consideraba más justo para con sus sentimientos y pensamientos. Hasta el final.

La tragedia del héroe, como me decía ayer mi amigo Fran.

Si Star Wars, del episodio 1 al 6, era la historia de la familia Skywalker encabezada por Anakin como eje principal, ¿qué es entonces la película que yo ví el pasado Viernes?

( Spoilers a partir de aquí…)

 

 

 

 

No le quito mérito a J.J. y a Disney de que continuar  una historia que se daba por cerrada, y cerrada felizmente,  desde hace ya 32 años tiene su miga. Pero si alguien es especialista en llevarnos hacia detrás y hacia delante y luego agitarnos como si estuviéramos dentro de una coctelera, ese es J.J. , como bien nos demostró con su serie Lost, serie que por cierto me hizo coger papel y lápiz más de una vez.

Tener que escribir y rodar ahora una secuela de una saga que terminó hace más de treinta años, habiéndose rodado hace solo diez, las precuelas que cuentan el origen de la historia, es lo que creo que haya podido provocar esa lluvia masiva y exagerada de detalles durante toda la proyección de “El despertar de la Fuerza”: una nave crucero vieja y abandonada en mitad de un desierto, varios AT AT medio destruídos que aparecían de vez en cuando, un planeta árido, un personaje con una vida dura y una gran presencia de la fuerza en su interior, una pasarela suspendida en la que tiene lugar una revelación…y una muerte, un pequeño droide audaz, una cantina con música, un compactador de basura…y así más de dos horas. Siempre digo que donde se muestra exageración solo se esconden carencias. ¿A dónde quería llevarnos exactamente J.J.? A nosotros, fanes acérrimos de la saga que hemos crecido soñando con espadas de luz, con Jedis y con estrellas de la muerte. A nosotros que estamos ya convencidos de que la galaxia que nos enseñaron en el colegio está absolutamente incompleta. Para nosotros no era tan necesario, y para los que se incorporan ahora a la historia, menos.

Es por todo esto, que la ilusión inicial de volver al cine a ver una nueva película de Star Wars me acabó colapsando. Si aquello era una película nueva, ¿ Por qué parecía un mix de las tres originales?  Si aparecían personajes principales de la trilogía original, ¿ Por qué parecía que los habían obligado a estar allí? Mis peores presagios con Carrie Fisher, tras haberla visto en un capítulo  de “Sexo en Nueva York” haciendo de ella misma, se confirmaron en este despertar de la fuerza. Y con respecto a Ha(n)rrison, está más que claro que su saga favorita es Indiana Jones y no ésta.

En fín, todos somos humanos, como aquel niño Skywalker.  Y todos tenemos sentimientos mejores y peores, y decisiones en consecuencia.

En resumen : Demasiados detalles del pasado que saturan nuestra memoria a largo plazo, y demasiados detalles nuevos y personajes que no se explican y no tenemos donde encajarlos ahora. Vamos en una nave espacial a merced de J.J. Abrams, que la fuerza nos acompañe a todos.

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