Abro un ojo y alargo el brazo
hasta donde calculo que debe estar mi mesita de noche. Enciendo la pantalla del
móvil: Viernes, 1 de Mayo de 2015…
Cierro los ojos por un instante y me temo lo peor…Así comenzaba un post que
escribí hace unos meses, el 14 de Febrero concretamente. Y esta mañana más de
lo mismo, más de esos días en el año donde hay sentimientos encontrados: avisos
de noticias de tinte sindicalistas desde la plataforma digital de un conocido
periódico de tirada nacional, instagramers suertudos que se han ído de puente y
cuelgan una foto de la zona costera donde están para que tu cabeza se acabe de
montar la película, estados facebookeros de amigos que con trabajo o sin él, se
indignan y quejan muy públicamente. Y pienso lo mismo que pensé la mañana del
día de San Valentín, que esto es demasiado para mí a estas horas de la mañana y
sin un café corriéndome por las venas. Peeeeero, el móvil parpadea con una
última notificación: Un audio de whatsapp que me desea buenos días y me recuerda
que hoy no es un día más, que hoy es un aniversario especial.
Trabajo y amor. Amor y trabajo.
Dos cosas que nos enseñan desde bien pequeños que tenemos que buscar,
conseguir, mantener, hasta el final de
nuestros días y hasta que la muerte nos separe. Dos palabras inalcanzables a
veces, sobrevaloradas casi siempre, y culpables de quebraderos de cabeza mil.
Nos han hecho aprender que si no las tenemos en nuestra vida nuestra valía será
muy cuestionable, y acabamos aprendiendo que cuando las acabamos teniendo, no
podremos relajarnos jamás. ¿Tener o no tener? Siempre la misma cuestión.
Hay alguien a quien yo quiero
mucho. Es una de esas historias excepcionales de principio a fín, donde
continuamente los patrones marcados y las normas convencionales de cómo hacer
las cosas saltan por los aires y son sustituídos por otros menos ortodoxos…Y
eso ocasiona que a veces lluevan piedras. No hay forma más poética de decirlo!
Pero repito, hay alguien a quien yo quiero mucho. Es alguien que me ha enseñado
a construir castillos con esas piedras, es alguien con quien comparto sueños
que nadie conocerá jamás, es alguien que me mira y sabe en qué película estoy
pensando, alguien que consigue que todo lo que nos rodea acabe siendo simple
atrezzo de un decorado.
Yo no creo en la suerte, ni en el
destino, ni en las casualidades. Creo que para que todo funcione en estos aspectos de nuestra vida tenemos que conseguir
amar nuestro trabajo y trabajar el amor, que no convertir el amor en nuestro
trabajo, que no es lo mismo. Aunque de todo se ve, y a mí a respetuosa no me
gana nadie, simplemente ¡¡que no venga nadie llorando luego!!Pero mientras
llegamos ahí o no, todo lo que puedo deciros de lo que he aprendido es que hay
que aprender a volar. Tener el valor de tener un pensamiento alegre, subir al
alféizar de la ventana y saltar como hacían los hermanos Darling y Peter. Si
imaginas un País de Nunca Jamás, vuela a buscarlo. Nadie nos asegura que
vayamos a llegar, ni que si llegamos vaya a ser para siempre, pero sí es seguro
que será un camino emocionante.
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