lunes, 16 de julio de 2018

Clase de vida SLOW en Casa Orzáez



Para mí,  la palabra inglesa “slow” era, hasta hace unos pocos años, una canción muy molona que cantaba Kylie Minogue en su disco de allá por 2003, y que hablaba de un baile lento y sexy con el chico que la volvía loca.

Nada que ver con tomarse la vida con calma, con saborear los detalles, con funcionar a menos revoluciones, con prestar nuestros cinco sentidos a aquello que tengamos delante en cada momento…

Nada que ver con esta tendencia que nos rodea ahora por todas partes, y que por otra parte no es nueva, como ya casi nada lo es. Siempre ha estado sobre volandonos por ahí, esa filosofía de vida de tomarse con tranquilidad el día a día, de parar del todo las máquinas cuando sea necesario, de no estar a mil cosas a la vez las 24 horas del día durante los 7 días de cada semana del año.

Pero en algún momento hemos debido de ir por la vida a la velocidad de la luz, ignorantes de que en realidad ya no llegábamos a ningún sitio nuevo, físico o espiritual.  Acabando con una sensación de agotamiento como cuando soñamos que corremos y no avanzamos. Y fue ahí cuando esta filosofía de slow-life encontró su hueco para brillar. Y por qué no, para echarnos un pequeño cable cuando lo necesitemos.

Y si hay un espacio donde lo slow brilla con toda su fuerza, es en lo gastronómico.

No hacer alguna de las comidas del día porque vamos saltando de una cosa a otra, comer de pie en la cocina mientras con una mano sostenemos la cuchara, con la otra respondemos emails en la Tablet o en el móvil y con la cabeza resolvemos el resto de tareas diarias, o entrar en uno de esos establecimientos ( que, ¡ojo! a tod@s nosotr@s nos han sacado de un apuro alguna vez) donde te despachan de forma rápida la bandeja llena de comida preparada de forma rápida, para que sea engullida en menos de lo que tarden en enfriarse las patatas fritas que has pedido… Nada de eso entra la filosofía slow.

Se trata de hacer todo lo contrario.

Como por ejemplo, invertir un tiempo indefinido una mañana, quedar con una amiga con la que te apetezca charlar sin mirar el reloj ni el móvil (aunque estés esperando el pedido de Amazon que más ilusión te haga), y desayunar en un lugar como Casa Orzáez.







Un espacio tranquilo en Sevilla donde además de comer, se pueden comprar unos quesos exquisitos, pan casero, bollería artesanal, aceites, vinos, etc…













Para desayunar, suelo tomar tostadas. Y aunque sepa que puedo tomar más cosas, la tostada tiene que aparecer en algún momento de la mañana, sino es como quedarme sin desayunar. Orzáez tiene un surtido muy interesante, siempre con pan de masa madre y harinas ecológicas. Aquí os dejo la carta.




Si preferís la opción con el toque dulce, os recomiendo que pidáis un poco de mantequilla y la mermelada de la casa.  Os a van a sorprender con sus originales sabores. Las hacen ellos, con fruta ecológica y siempre de temporada.



Esta fue de higos y vainilla bourbon






La mezcla de lo salado y dulce siempre ha sido mi perdición, y todo lo que puedo deciros es que estaba realmente exquisita.

Pero si queréis probar un desayuno más tradicional pero en su vertiente de lujo, deberíais pedir la tostada con tomate fresco y hierbas aromáticas, y añadir un poco de aceite de oliva para aderezar el conjunto.




Y zumo de naranja natural para todos, con toda su pulpa. La misma que le pedía a mi madre que me colara cuando era pequeña. Pequeños detalles que lo hacen cambiar todo.


No es buena idea saltarse el desayuno, y menos aún teniendo como excusa el poder ir a Casa Orzáez. Ya pensaremos en todo lo demás luego, con el estómago lleno y seguro que con mucha más calma después de un ratito de desconexión y de vida slow.


Casa Orzáez
Av. de Cádiz, 13, 41004 Sevilla
955 32 70 83











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