miércoles, 4 de julio de 2018

Catalina



Estas foodies aventuras que escribo no siempre están planeadas.

Hay ocasiones, en las que es cierto que sí lo están. Voy a comer a un restaurante porque tras investigar infinito, leer críticas y reviews mil, reservo mesa, y me presento en el sitio porque estoy convencida de que esa historia tiene que formar parte de mí y de este mi blog. Hago mil fotos mientras como cosas ricas y voy montando en mi cabeza, en servilletas varias, en el teléfono móvil, donde sea, la historia que os contaré luego.

Y otras veces simplemente soy yo. Que  estoy por ahí a las dos de la tarde bajo un sol de justicia en Sevilla, buscando un lugar para comer. Tan tranquila, sin intención de fotografiar nada y con la batería del móvil a punto de morir. Algo así como aquellas noches de mi adolescencia en las que salía sin muchas ganas, vestida con lo primero que pillaba, sin poner mucho empeño en sentirme guapa. Y como sucedía en aquellas noches de antaño, es entonces cuando surgen las mejores historias.



Esta foodie aventura gira en torno a una canción. Porque si hay algo que me cautiva por completo cuando estoy comiendo en un restaurante ( seamos justos, lo segundo después de la comida), es aquello que esté sonando de fondo. Para mí una canción lo cambia todo muchas veces. Y si estoy almorzando y de fondo empieza a sonar “Love Man” de Otis Redding, la chica adolescente con pocas ganas de salir aquel sábado noche vuela rápidamente a una sala de baile situada en un hotel recreativo de allá por los años 60, donde varias parejas se mueven y contonean de forma sexy al ritmo de dicha canción en un baile al que llaman “sucio”. Y yo me tomo muy en serio a un restaurante que con una sola canción me lo cambie todo y me teletransporte a “Dirty Dancing”. Al restaurante y a su comida.

Y así empieza esta historia en Catalina casa de comidas.

Un bar del que me venían hablando distintas personas desde hace años, con mejores referencias cada vez. Se ve que son muchos los que piensan igual, cosa que ha propiciado que la gente de Catalina haya decidido abrir su segunda casa de comidas, en la zona de Reyes Católicos.







Cuando entré, fue como tener la sensación de estar en un bar sofisticado de esos que debieron existir hace ya mucho, quizás hasta en otro lugar lejos de aquí. Dorado, madera y verde turquesa envolvían una atmósfera que atrapa y que me hizo sentir parte de toda la historia. De vez en cuando hay que dejarse seducir, como cuando el chico guapo de la sala de baile te saca a la pista.





¿Comemos?

Aquí está la carta, con clásicos de ayer y hoy, con frituras varias para chuparse los dedos literalmente, y con algunas sugerencias del día.

Paté de la casa para empezar a picar y los cada vez más famosos rollitos vietnamitas de Catalina




El paté es casero, y se nota desde que se unta en la tostada, ¡muy bueno!





Los rollitos están rellenos de bacon, gambas y queso….



… y están bañados en una salsa agridulce espectacular…



Como primer plato, son una deliciosa experiencia que deja entrever lo que vendrá luego.


Canelones crujientes




Lejos de tratarse de unos canelones más, y demostrando que no hace falta que estemos en un trattoria italiana ( con todos mis respetos a las tarttorias) para zamparnos unos canelones como deben ser, es un plato exquisito, contundente y preparado eligiendo a la perfección los ingredientes: cola de toro y perretxicos.


Burguer mini de vaca





¡Con interior sorpresa de mermelada de bacon!







Y una deliciosa salsa para dar buena cuenta de ella con las patatas fritas que acompañan tremendo plato.




Volver al mundo real y a los más de treinta grados que hacían aquel mediodía en Sevilla, se hacía menos duro después de esta foodie aventura. Ahora me uno al club y soy yo una de esas personas que van por ahí diciendo: ve a Catalina, disfruta del sitio, deja que la música que esté sonando te lleve a tus recuerdos más queridos y lejanos, prueba los rollitos, y la hamburguesa, y… ¡¡pruébalo todo!!



Catalina
C/ Reyes Católicos, 4
Sevilla – 41001
954 38 40 52








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