Hace mucho tiempo, en una galaxia muy muy lejana, el niño
Anakin Skywalker fue hallado por dos caballeros Jedis en su planeta Tatooine.
Esclavo, y con su madre como único elemento afectivo de su vida, deja todo lo
que conoce atrás cuando los Jedis lo liberan y se lo llevan para entrenarle. Pese
a que esto va a significar que su vida cambie por completo y que por fín las
habilidades que posee puedan crecer y manifestarse, Anakin no puede evitar
sentir miedo al enfrentarse a algo nuevo, y nostalgia por separarse de su madre
y de su mundo. Parte con los dos Jedis a cumplir con su sueño y destino, pero
sin renunciar a su pasado y a sus sentimientos ( buenos y malos) por los demás.
Y eso es Star Wars. Al menos Star
Wars tal y como lo concibió George Lucas en su cabeza. La historia de un niño
al que se le presentó una oportunidad genial en su vida. Un niño que no era ni
malo ni bueno, simplemente era humano: que amaba, odiaba, sentía miedo, que no
se conformaba… Y que en esta dura cruzada que es el hacernos mayores, se dejó
llevar en cada momento por lo que consideraba más justo para con sus sentimientos
y pensamientos. Hasta el final.
La tragedia del héroe, como me
decía ayer mi amigo Fran.
Si Star Wars, del episodio 1 al
6, era la historia de la familia Skywalker encabezada por Anakin como eje
principal, ¿qué es entonces la película que yo ví el pasado Viernes?
( Spoilers a partir de aquí…)
No le quito mérito a J.J. y a
Disney de que continuar una historia que
se daba por cerrada, y cerrada felizmente,
desde hace ya 32 años tiene su miga. Pero si alguien es especialista en
llevarnos hacia detrás y hacia delante y luego agitarnos como si estuviéramos
dentro de una coctelera, ese es J.J. , como bien nos demostró con su serie
Lost, serie que por cierto me hizo coger papel y lápiz más de una vez.
Tener que escribir y rodar ahora una
secuela de una saga que terminó hace más de treinta años, habiéndose rodado
hace solo diez, las precuelas que cuentan el origen de la historia, es lo que
creo que haya podido provocar esa lluvia masiva y exagerada de detalles durante
toda la proyección de “El despertar de la Fuerza”: una nave crucero vieja y
abandonada en mitad de un desierto, varios AT AT medio destruídos que aparecían
de vez en cuando, un planeta árido, un personaje con una vida dura y una gran
presencia de la fuerza en su interior, una pasarela suspendida en la que tiene
lugar una revelación…y una muerte, un pequeño droide audaz, una cantina con
música, un compactador de basura…y así más de dos horas. Siempre digo que donde
se muestra exageración solo se esconden carencias. ¿A dónde quería llevarnos
exactamente J.J.? A nosotros, fanes acérrimos de la saga que hemos crecido
soñando con espadas de luz, con Jedis y con estrellas de la muerte. A nosotros
que estamos ya convencidos de que la galaxia que nos enseñaron en el colegio
está absolutamente incompleta. Para nosotros no era tan necesario, y para los
que se incorporan ahora a la historia, menos.
Es por todo esto, que la ilusión
inicial de volver al cine a ver una nueva película de Star Wars me acabó
colapsando. Si aquello era una película nueva, ¿ Por qué parecía un mix de las
tres originales? Si aparecían personajes
principales de la trilogía original, ¿ Por qué parecía que los habían obligado
a estar allí? Mis peores presagios con Carrie Fisher, tras haberla visto en un
capítulo de “Sexo en Nueva York”
haciendo de ella misma, se confirmaron en este despertar de la fuerza. Y con
respecto a Ha(n)rrison, está más que claro que su saga favorita es Indiana
Jones y no ésta.
En fín, todos somos humanos, como
aquel niño Skywalker. Y todos tenemos
sentimientos mejores y peores, y decisiones en consecuencia.
En resumen : Demasiados detalles
del pasado que saturan nuestra memoria a largo plazo, y demasiados detalles
nuevos y personajes que no se explican y no tenemos donde encajarlos ahora.
Vamos en una nave espacial a merced de J.J. Abrams, que la fuerza nos acompañe
a todos.
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