“Qué profunda emoción,
recordar el ayer, cuando todo en Venecia
me hablaba de amor…”
En nuestro segundo día de viaje, como os decía en el post anterior,
salimos de Milán y pusimos rumbo a la mítica
Venecia.
Recorrimos el gran canal en el vaporetto, viendo las casas,
palacetes, puentes y góndolas a nuestro paso
Tuvimos un día soleado y precioso, y la luz en esta plaza
era espectacular, parecía que estuviéramos en otro lugar más al sur.
Dos horas y media de tren más tarde, llegamos a la ciudad de los
canales, y cuando te recibe esta estampa nada más salir de la estación…
…y ya te das cuenta que no estás es una ciudad cualquiera. El tiempo se
detuvo en algún momento en Venecia, y esta sensación atrapa a la persona que la
visita.
para acabar
desembocando en la plaza de San Marcos.
Después de dar buena cuenta de un helado de plátano ( podría
haberme alimentado todos los días de helados italianos, son espectaculares!),
decidimos ver como es la bella Venecia desde arriba, y subimos al Campanile
Y las vistas no podían ser más impresionantes: el azul del
mar, el rojizo de los tejados que se extiendan simbolizando una tierra firme escasa en Venecia, el blanco de las iglesias y el verde agua de algunas
cúpulas. Todo formaba un cuadro perfecto.
A mediodía, paramos en una pequeña trattoria muy cerca de
San Marcos, para degustar una auténtica pizza italiana y ensalada caprese, que es mi favorita!
Y que efectivamente
no tiene nada que ver con las que se comen fuera de aquí. Una sencilla pizza
Margarita se transforma en un suculento manjar con un sabor a mozarella fresca
intensísimo.
La tarde la invertimos en seguir recorriendo Venecia a pie
despacio y sin prisa, hasta llegar a la estación para coger el tren de vuelta a
Milán: cada rincón que descubres en Venecia tiene un encanto especial, al girar
una esquina encuentras un nuevo canal, unos
gondoleros esperando, tiendas de máscaras, más helados…
A mitad de camino llegamos al puente de Rialto, que cuando
lo cruzas descubres que está lleno de tiendecitas ( igual que el de Florencia)
y sobre todo de mucha gente disfrutando del lugar.
Nosotros nos marchamos y Venecia se quedó ahí, con esa
leyenda urbana que la persigue y que dice que cada año de hunde en el mar
algunos milímetros. Idea que rápidamente me hace saltar y gritar: Salvemos
Venecia! che Venezia non sta affondando mai!!
Ciao!